8 oct 2019

Historias de taxistas





El taxista
Llegué a la esquina de la avenida principal. Me ubiqué debajo de un árbol para cobijarme con su sombra y comencé a voltear en sentido contrario de la calle en busca del primer taxi que pudiera atenderme. Después de un rato levanté la mano al primer taxi que apareció en la avenida. Pasó frente a mí sin siquiera inmutarse y frenó en la esquina. Bajó una persona del automóvil y le pregunté si estaba libre. Asintió. Subí a un automóvil compacto. Semi-destartalado. Lleno de suciedad y manchas por todos lados.

El chofer era un hombre de alrededor de 60 años, de tez morena y rostro fuertemente ajado por la vida y quizá el calor que producía conducir un taxi durante todo el día a altas temperaturas. Era una personaje que parecía salido de algún cómic: cejas pobladas, hirsutas a manera de espinas que sobresalían de forma evidente desde su frente. Su rostro terso, con una piel brillante, azabache, de apariencia y facciones endurecidas, que en momentos parecía estar hecha de un plástico grueso a manera de máscara de carnaval. Sus ojos negros y saltones, terminaban con enormes surcos causados quizá de tanto reír, en unas evidentes patas de gallo, que envidiarían los mismos gallos. Un bigote ancho, ralo, canoso, arriba del cual su rostro remataba con una enorme nariz aguileña. Su pelo ensortijadodesordenado, semicanoso, caía sobre su nuca de forma apelmazadpor el uso del algún tipo de grasa, que terminaba siendo un plasta apretujada de pelo grasiento. Podría decir en suma que asemejaba un personaje mitad animatronic y mitad humano.


Hora pico

Me preguntó a dónde me dirigía. Respondí y para "llenar" el silencio,  intenté iniciar la conversación con algún comentario simple y trillado:

-Es la hora pico ¿no?- dije en forma semi risueña y queriendo agradar
-Eso no existe- dijo en forma tajante 
-¿Cómo?- pregunte con timidez 
-Sí, no existe la hora pico - agregó con aire conocedor -Lo que ocurre es todos quieren ir como en carrozano les gusta tomar rutas alternas; además están componiendo la calle y por eso hay cuellos de botella - comentó el taxista de forma malhumorada y tratando de poner orden a mi discurso de novato .
-No hay tráfico, yo no veo tráfico ¿Dónde está?- preguntó de forma atemorizante, mientras yo guardaba silencio

-Lo que pasa es que la gente no sabe- agregó como parte del inicio de su lección-
-El otro día un señor me hizo la parada, detuve el automóvil y le dije que no podía llevarlo; el cliente molestó me respondió "¿Entonces por qué se detuvo?"; mire, le dije, me detuve por dos razones: una para decirle que no podía llevarlo y la otra, se la dejo de tarea.

En otra ocasión otro señor- dijo el taxista ya haciendo muecas, sonidos e imitaciones- me hizo la parada del lado contrario de la calle por dónde iba, me empezó a chiflar y como no le respondí, mandó un chiflido "fi fi fi, fi fi "-
-Así no se puede- dijo molesto el taxista- ¿Qué piensan estas personas que yo puedo darme la vuelta sobre el camellón para atenderlos?
-Además, tienen que hacer la parada con anticipaciónNo puedo detenerme en cualquiera lado- terminó de decir a manera de colofón, mientras engullía una tras otra, las "semillas" que durante todo el relato no dejó de comer y cuyas cáscaras  tiraba a la calle, sin recato alguno.


El cuñado 

El taxista saca de su bolsa de la camisa un teléfono celular, de esos que parece regalarían en una caja de cereal o en alguna muy modesta promoción de electrónicos. Una equipo analógico, donde recibía llamadas y mensajes de texto, cuyo funcionamiento no sabía que aún existía. 

-Mire- de dijo mostrándome la micro pantalla del celular- este cab*.* me  llamó a las 12:30, para decirme que si podía pasar por él. Es mi cuñado. Me paga lo que le da su chin*.* gana... yo no le cobro. Pero la verdad es que de todos mis cuñados ... ora verá- y empezó a hacer cuentas con sus dedos para recordar cuántas hermanas tenía- de todos mis cuñados, es el que mejor mejor me cae-

-mire- volvió a mostrarme la micro pantalla de su celular- a las 12:45 ya me estaba llamando otra vez-
-A veces- continuó el taxista- le tengo que inventar cualquier cosa: que estoy ocupado o que ando muy lejos, porque la verdad, pues no me conviene: Mire hago 50 minutos de ida y otros 40 de venida, y sólo me paga el regreso... no me sale-

-Pero entonces ¿Por qué no le dice que no puede ir por él y ya?- Pregunté de forma por demás ingenua-

El taxista me respondió con una sonrisa pícara y casi infantil:

-¡Ah!... pos... es que me cae re-bien -



El cocido 

-Yo cuido mucho a mis hermanas. El otro día fui a visitar a la tercera- me dijo obligándome a recordar las cuentas que había hecho con sus dedos-
-Le lleve un pollo y 3 kilos de cocido- comentó el taxista- y le dije: Ten para que comas-
-Entonces llegó su marido- dijo el taxista - y me preguntó que por qué le había llevado comida y yo le respondí: Es para que coma mi hermana, no es para ti. Si ella te quiere dar... -
-Además- continuó el taxista- Tú no tienes nada qué decirme qué hacer con mi dinero; ni a mi esposa que es mi esposa, se lo permito, contimás a ti- 

-¿Ya no te acuerdas cuando ponían a mi hermana a fregar con zacate y jerga los ladrillos de la cocina de tu mamá?- dice que le preguntó a su cuñado- Tú lo que querías era una criada para que te lavara tus put*.* calzones, nomás-

-El otro día te pregunté- dice que comentó el taxista a su cuñado - que por qué tenía mi hermana los ojos llorosos y me contestaste que era porque estaba sentimental… ¿tú crees que una mujer de su edad pueda estar sentimental? … ¡Ni madres! Tú le hiciste algo-
-Escúchame bien porque no repito las cosas- el taxista  dijo a su cuñado- Va una: le vuelves hacer algo a mi hermana y te "parto tu madre", aquí frente a ella- 


El juego

Nuestro viaje estaba por terminar y el taxista, en un tono y gestos que me recordó las viejas radionovelas, continuaba hablándome de su vida. Yo estaba morbosamente interesado en sus palabras, sus dichos, sus cambios de voz cuando interpretaba a los personajes de sus historias.

-El otro día vi a mi otra hermana con un ojo de cotorra- dijo el taxista
-Y yo le pregunté ¿Qué te pasó? ... Ella me respondió que nada y yo le dije, cómo que nada... ya empezaste hablar, ora síguele y dime qué pasó-

Una vez que supo la respuesta, el taxista dice que se dirigió a la casa de ellos para hablar con su otro cuñado. Su sobrino abrió la puerta y dijo:
-Quiubole hijo ¿Está tu papá ?- preguntó 
-Sí lo voy a llamar- dijo el sobrino
-¿Qué pasó cuñao? - dijo el marido 
-Oye ¿que aventaste a mi hermana al sillón? Vengo a que me avientes ora' mi.- dijo el taxista 
-No cuñao... es que estamos jugando- Le respondió 
-Ah bueno pues ahora juega conmigo ¿no?- le dijo el taxista 
-Y entonces- dijo el taxista - mi cuñado se "deshizo", empezó a llorar y ofrecer disculpas 
-ok ... va una: a la siguiente te rompo "tu madre"- dice que advirtió a su cuñado 



Llegamos a mi destino y el taxista me dice - ¿Ya lo dormí, verdad ? 
-No- le respondí - Me gusta mucho escuchar esos relatos 
-¿Es esto lo que le debo?- pregunté señalando el taxímetro 
-Sí- me dijo el taxista. 
-Redondee  la cuenta y cóbreme- le dije
-No, no, no.... aquí hay cambio- me dijo y tomó exacto la cantidad que marcaba el taxímetro.


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