29 jul 2009

Buenos contra malos


Durante muchos años a los mexicanos nos han acostumbrado a ver a la historia de forma muy parcializada. Los personajes pertenecen a dos bandos únicamente: o son héroes, o son villanos; o les debemos la vida o son los causantes de las más grandes traiciones del país. Esa versión simplista de la vida de México es no sólo falsa, sino además dañina. La razón pudiese estar relacionada con la manera limitada como acostumbramos a nuestra mente a entender el devenir histórico, político social del país.

Cuando éramos pequeños las cosas solían ser realmente simples; la vida se dividía en sólo dos aspectos: bueno y malo. Así nos decían nuestros padres y maestros, las mariposas eran buenas y las arañas eran malas; los pajarillos eran buenos y buitres eran malos; las palomas eran buenas y las serpientes eran malas. Esa dicotomía formada toda la razón de ser del universo y respondía perfectamente a nuestras expectativas. El mundo era fácil de explicar. En principio y a la edad en la que cursábamos el kínder y la primaria, esta manera de explicar la naturaleza era válida, pero a medida que crecemos resulta insuficiente y perjudicial. Igual sucedía con los conocimientos que adquiríamos en la secundaria y quizá en la preparatoria: las respuestas a los enigmas del universo, o la explicación acerca del comportamiento de los animales o la manera como funcionaba una célula, tenían respuestas precisas, sin lugar para la discusión y totalmente asertivas. El grado de confort era más que evidente.

Esa forma de concebir el mundo pudiera no ser tan importante; pero esa costumbre de fuimos adquiriendo cuando pequeños o durante los primeros años de la escuela, es muy poco recomendable y dista mucho de ser la apropiada para formar personas maduras. Es tal el arraigo que tenemos en nuestra forma de entender la realidad, que poco a poco vamos integrando a nuestra persona conceptos, ideas, teorías, que distorsionan peligrosamente la conciencia de los mexicanos.

En la edad adulta una parte importante de la población continúa pensando prácticamente igual como en sus primeros años. Concibe a la sociedad y en especial a la vida política del país en el mismo sentido. Así por ejemplo los partidos políticos o algún miembro o representante de ellos, sólo tiene dos posibilidades: o es héroe y defensor de las grandes causas, o es un traidor a quien hay que rechazar por estar contra la población. No crecemos intelectualmente y seguimos esperando que alguien venga a salvarnos, pues no existe la posibilidad de que salgamos adelante por nosotros mismos.

Los líderes de opinión o funcionarios de primer o último nivel, son tamizados por el mismo filtro: se trata de que sean superhombres o supermujeres libres de toda maldad y prácticamente sin ningún defecto, o son traidores y representantes de los intereses más mezquinos. Así nos han enseñando: no hay medias tintas, las personas son o no son; están a favor o están en contra. No hay puntos intermedios.

Como consecuencia las decepciones no se dejan esperar. Los hombres y las mujeres que tienen una cierta obligación pública, se ven amenazados por esta forma tan simplista y reduccionista de ver la realidad. No significa que no deba exigirse a un funcionario público los deberes y obligaciones a las que se comprometió, sino que es tal el escenario creado que resulta en ocasiones muy difícil, complacer a todos y a todas. Ese es el problema. Nuestros índices de aprobación no toleran la más mínima desviación, o somos por el contrario, demasiado holgados en las exigencias.

Nadie nos ha dicho y en ocasiones no estamos dispuestos a asumirlo, que nadie más que nosotros debemos ponderar el trabajo de un funcionario, pero aquilatando todos los factores que rodean una un ejercicio; llámese funcionario, profesor, presidente o líder. Los seres humanos somos más complejos y la sociedad más todavía, pues está hecho de personas que sienten, se estimulan, cambian y se arrepienten y claro, es posible que se equivoquen, debido a esta manera de concebir la realidad, que no siempre estamos dispuestos a admitirlo.

La vida nos ha demostrado desde hace años que no existe una forma simple y clara para conformar una sociedad, en especial una que se ha vuelto tan complejo como las de estos días.

1 jul 2009

¿Somos humanos?

Históricamente el desarrollo científico ha estado ligado al desarrollo de la sociedad. En alguna parte de la historia oscura de la humanidad la ciencia era mal vista y como representante de las fuerzas de mal. Durante más de trescientos años no había más verdad que una sola. A partir del renacimiento, las ideas de los grades pensadores del planeta cobraron importancia y sus ideas comenzaron a fluir por las venas de la sociedad. Había nuevas aportaciones y los contrastes con los saberes de aquella época, aportaron dividendos.

Una de las primeras formas de pensamiento del aquel entonces, fue el derecho a la duda; el derecho a cuestionar todo aquello que estuviese fuera de la razón. Entramos entonces en una era de la humanidad en la cual era posible ir más allá de lo aparente y demostrar el porqué del funcionamiento del universo, el cuerpo humano o de la naturaleza. Adquirimos la capacidad para discernir entre lo bueno y lo malo, entre lo verdadero y lo falso. El pensamiento científico comenzó a crecer y a buscar su propio espacio en la sociedad.

Muchos años han pasado, y hoy prácticamente no existe en el planeta algún país que ponga en tela de juicio la verdad científica. Todo pasa por el tamiz del conocimiento científico para aceptarlo como verdadero. Incluso tenemos casos de apreciaciones cientificistas de la vida; es decir, conceptos y teorías que consideran que solamente las explicaciones y bases científicas, son las respuesta a todo. Lentamente el conocimiento científico se ha sido separado de quien le dio origen: la mente humana. Los valores sociales han cambiado en mayor o menor medida, y la vida corre a velocidades jamás imaginadas. Muchas de ellos aparejados al desarrollo científico y tecnológico.

Al parecer, la humanidad si quiere ser calificada como moderna, se ve en la necesidad de tomar parte de esos adelantos científicos so pena de ser calificada como trasnochada y fuera de contexto. Así adquiere costumbres, formas de pensamiento y hábitos que distan mucho de ser considerados como humanos. Hoy por ejemplo, debido a la presencia de dichos adelantos tecnológicos, la sociedad puede enviar mensajes de correo electrónico o incluso de usar las salones de conversación (chats), para hablar con otros seres humanos; les resulta más atractivo usar un recurso electrónico que cerrar el espacio virtual y directamente conversar con sus amigos. No es que se desprecie la tecnología, no es que se rechace los nuevos dispositivos electrónicos, sino más bien, privilegiar siempre que sea posible, el contacto con otro ser humano. La calidez de una relación humana, sea amistosa o amorosa, siempre resulta más edificante cuando se establece ese vínculo entre dos personas o más. Su calidad no tiene comparación.

Los seres humanos en esa prisa por sobrevivir a los embates de la vida moderna, nos hemos robotizado. Los valores universalmente aceptados, ahora son cuestionados o incluso menospreciados. La historia y la cultura en general han pasado a tercero o cuarto término. La aspiración a futuro se vuelve pragmática y sólo verdadera cuando es eficiente y redituable. El derecho al ocio, la reflexión y la recreación, carecen de sentido en una sociedad moderna. El punto es que los seres humanos no estamos construidos de esa forma. Las personas estamos conformadas de al menos dos partes: ser y humano; es decir, en un plano somos perenes e infinitos, nada nos detiene, nada nos limita; en otro, somos finitos, trascendentes y limitados. Los seres humanos requerimos de espacios para re-crearnos, o sea, re-hacernos. De ahí la importancia de momentos que le permitan al ser humano, tomar descansos para fortalecerse y adquirir nuevos bríos para la agitada vida que le espera. Los seres humanos requerimos del ocio, para que la mente organice ideas, creencias y formas de ser, que debido al arrebato de la vida, no tenemos oportunidad para hacerlo. Si fuese realmente cierto que los seres humanos somos un caudal de procesos bioquímicos, descargas hormonales o acúmulos de información genética, bastaría con controlar cada una de esas partes para que las personas resolvieran mucho de lo que internamente les pasa.

Los seres humanos somos entes complejos, muy elaborados, con mucha dificultad para comprenderse. La vida de las grandes y pequeñas urbes, afecta directamente la calidad de vida de las personas; sin embargo también resulta complicado eximirse de sus efectos. La rutina se vuelve necesaria, los problemas diarios se vuelven parte del quehacer humano. El tiempo se convierte en un bien no renovable y se vuelve obligatorio ahorrarlo; pero finalmente ¿tiene sentido?

Así las cosas, los seres humanos no vemos envueltos en una dinámica en muchas ocasiones perversa donde como dijera Eric Fromm, palabras más palabras menos, “el hombre lleva una vida agitada para tratar de ahorrar la mayor cantidad de tiempo, para posteriormente hacer con él lo único que sabe: perderlo”