20 sept 2010

Acerca del bicentenario ¿celebrar o no celebrar?

Como es sabido, México celebra los 200 años del inicio de la guerra de independencia y los 100 años del inicio de la revolución mexicana. Al igual que en aquellas fechas, las condiciones del país no están del todo claras: la sociedad y el gobierno mexicano están sufriendo notables cambios que alteran la cotidianeidad y las costumbres del país. Sin embargo la pregunta que surge a lo largo y ancho de la república y en el flujo de mensajes que circulan en Internet es: ¿Tenemos algo qué celebrar? ¿Existe alguna razón para que los mexicanos festejemos esta doble conmemoración?

No es extraño leer artículos, escuchar opiniones o recibir mensajes vía correo electrónico que apuntan con toda claridad que, dadas las condiciones no hay prácticamente nada que valga la pena conmemorar. Permítanme disentir. Si bien es cierto que hay pruebas claras acerca de la falta de una razón para festejar, también es cierto que una fecha de este tamaño no puede pasar inadvertida. Que las condiciones del país parecieran no ofrecer los elementos de júbilo que nos gustaría que existiesen para echar las campanas al vuelo, pudiera ser cierto; pero de eso a minimizar o peor aún, descalificar cualquier tipo de celebración, resulta también muy discutible.

Los estudiosos del tema nos han enseñando que la historia no se reduce como a veces se piensa, a una serie de hechos registrados que simplemente llegan a las páginas de la historia para encontrar la paz de la sepultura. La historia nos han dicho es un proceso vivo, dinámico; que se vive día con día, que se une y separa en una serie de eventos que conforman un proceso dialéctico. La historia es la base ideológica, sociológica y política de todo un país y una sociedad que se esfuerza por encontrar nuevos caminos, propuestas y definiciones, todos los días, consciente o inconscientemente, deliberada o indirectamente. La historia es un ser vivo que arma y se desarma cada instante en la vida de un pueblo y aunque pareciera desconectado con su sociedad como resultado del tiempo, ésta se vuelve cada vez más presente en el actuar de una sociedad cambiante y formada por seres humanos que piensan y sienten.

Es cierto: nunca faltan sucesos que están fuera de lugar y que desafían el sentido común de los ciudadanos; como pasear los supuestos restos de los héroes patrios, que nunca han sido suficientemente probados, en un afán más de tipo fetichista que patriótico; en lugar de pasear las ideas como dijera Paco Ignacio Taibo. Tampoco el bicentenario debe ser un pretexto para el dispendio. No obstante pareciera no existir una razón para reprimir la sensación siempre humana, de algo que nos recorre la piel y nos estremece profundamente, a pesar de todo.

Así pues, este doble festejo del bicentenario puede ser una oportunidad única para reflexionar sobre el movimiento insurgente, replantear lo que siempre hemos pensado, precisar aquello que existen las evidencias para hacerlo, redimensionar a los héroes oficiales de la independencia y la revolución, y definirlos auténticamente como eran: personas humanas, con defectos y con virtudes, que de forma clara o no, siguieron su instinto y asumieron el momento histórico que le tocó vivir. Replantear al verdadero héroe de todas esas batallas que sin tener muy claro el porqué peleaba, se entregó a la lucha libertaria con la conciencia que tenía: a ratos con patriotismo, a ratos con la inconsciencia y el salvajismo propios de un ser que carece de todo: el indio y el pueblo mexicano.

Quizá la palabra en discusión sea “celebrar”, pues se parece considerar más algo que está claro y definido. No es así. Se trata de darle el reconocimiento y la altura a quien nunca tuvo muy claro su papel en la historia. Al héroe anónimo y también al conocido. A no borrar de la mente de un pueblo un hecho que marcó un hito en el desarrollo de una nación. A no enviar al olvido a una enorme cantidad de vidas que se perdieron, algunas de ellas sin una razón que aquilatara su sacrificio.

Eso es exactamente la razón de ser de este bicentenario. De poco o nada nos sirve llenarnos de frustración, impotencia, recelo o desconfianza. Es difícil que el mexicano promedio ignore los grandes retos y dificultades que tiene el país, pero no sirve de mucho hacer una apología del fracaso y del resentimiento, que absolutamente nada aporta la solución de los problemas. ¿Falta mucho qué hacer?: ¡por supuesto! Nadie está conforme con el país que tenemos. Es válido exigir mejores condiciones de vida. Es nuestro derecho y nuestra obligación. Nadie en su sano juicio piensa lo contrario. Pero ese no es pretexto para no echar una mirada al pasado y darnos cuenta que han sido mucho los años que México ha caminado y muchas las vidas que siempre merecerán ser recordadas.

9 sept 2010

La piedra del Sol

CONFERENCIA
"El hermoso contador de años:

La historia y simbolismo de la piedra del Sol"



SÍNTESIS
Este es un relato sobre el origen de las américas. Un relato que tiene como base las historia y el simbolismo de la Piedra del Sol; el mal llamado Calendario Azteca, pues tal como dice el maestro Orozco: “no es calendario porque no predice los días… y no es azteca porque no proviene de Aztlán”.

Este es un trabajo de investigación hecho por los Maestros Alfonso Rivas Salmón y Cecilio Orozco, de la Universidad Estatal de California y de la Universidad Autónoma de Guadalajara, respectivamente.
Instituto Tecnológico de Celaya
Lunes 22 de noviembre del 2010
12 h
Centro Cultural y de Convenciones
-ENTRADA LIBRE-