Hace algunos días una gran amiga y colega me hizo una serie de preguntas acerca de la manera como me había iniciado como estudiante de las humanidades, pues le pareció a raíz de su propia búsqueda, que valía la pena saber cómo alguien formado en las ciencias naturales (parte de las ciencias duras), se había interesado en las ciencias sociales y en las humanidades. Parte de este documento nace como respuesta a dicha inquietud. No obstante no significa necesariamente, que sea el único camino posible. Creo que puede haber tantos como personas existen en el mundo. La primera pregunta fue:
¿Qué has percibido en tu proceso?
Para iniciar habré de aclarar que no ha sido un proceso fácil; ha sido parafraseando a los Beatles, “un largo y sinuoso camino”. La mayoría de quienes nos dedicamos a la docencia, somos profesionistas que hemos recibido una capacitación para el desempeño de un área científica o tecnológica.
Un factor importante fue fundamentalmente una búsqueda personal; pensé en adentrarme en el estudio de la pedagogía y en el camino me di cuenta que ésta llevaba aparejada una introspección mucho más profunda hacia aspectos más sutiles de mi persona.
Esa búsqueda personal que hoy puedo racionalizar y poner en perspectiva, obedeció también a mi propia naturaleza. El hecho de tener como objeto de conocimiento a la vida misma, implica el reconocimiento de las limitaciones en los seres vivos, su complejidad, la dificultad para entender sus mecanismos, pero al mismo tiempo sentir su majestuosidad, lo maravilloso de sus caminos y la belleza que existe en los seres vivos; especialmente la fascinación por el pensamiento creativo y la naturaleza humana.
¿Quién puede negar la admirable belleza y simetría que existe en un átomo de Carbono, base de toda la vida que rige el universo conocido, y cuya simetría tetraédrica nos recuerda un poco las pirámides de teotihuacan y de Egipto? Todo en universo obedece a un orden preestablecido, incluso en la aparente paradoja que representa la teoría del caos…
Se vuelve necesario supongo la decodificación del pensamiento y más tarde diseñar el nuevo andamiaje sobre el cual construir un nuevo enfoque de análisis y meditación cognitiva. El pensamiento abstracto, la sensación de incertidumbre y la complejidad de la mente humana, muestran que procesos como la enseñanza y el aprendizaje, son algo más que fenómenos mecánicos. Que los seres humanos no son máquinas o simples receptáculos de la una reacción estímulo-respuesta. Que los seres humanos son entes con una capacidad que puede superar todos los límites imaginados.
El conocimiento del fenómeno educativo conlleva según creo, una incursión al pensamiento filosófico y a la sociología. El primero nos enseña que si hay algo estrictamente práctico es la filosofía, y que si hay algo eminentemente abstracto, es la ciencia. La filosofía nos proporciona las herramientas para decodificar el pensamiento y darle certeza (con todo lo relativo que es). La ciencia por su parte intenta explicarnos el funcionamiento de las cosas, pero no nos dice para qué o hacia dónde nos podría llevarnos eso; sin contar claro que se trata de precisiones subjetivas (porque provienen del sujeto) y limitadas a ciertas condiciones de espacio y tiempo. El llamado método científico parece una broma con la que la naturaleza quiere tomarnos el pelo.
Por otro lado la sociología nos muestra que si hay algo verdaderamente complejo es el comportamiento de los seres humanos. La materia de estudio es realmente complicada; en poco o nada se parece a las áreas de las ciencias duras, como la termodinámica, la física clásica o la Bioquímica, que si bien es cierto responden y explican fenómenos muy puntuales, aun así se encuentran dentro de campos de estudios limitados y predecibles. El fenómeno social no.